Cuando trabajas con Photoshop dispones de una serie de modos de color para elegir.
Los más comunes son los modos RGB y CMYK (o RVA y CMAN en su traducción española).
Es habitual usar el primero para edición de imágenes pensadas para ver y usar en pantalla, páginas Web, etc. y el segundo de ellos para imágenes que deben ser impresas. Los azules, verdes y púrpuras se ven fantásticos en RGB pero en el momento en que son impresos en una impresora CMYK (las que utilizan 4 cartuchos, cada vez más utilizadas en entornos profesionales y domésticos), parece como si el cartucho de tinta negra se hubiera desparramado por encima de todos los colores.
Esto sin tener en cuenta que es prácticamente imposible crear amarillos y naranjas vívidos en RGB. Por otra parte, el espacio de color CMYK tiene sus limitaciones en cuanto a representación de color o gama cromática.
Pero la verdad es que si tienes que imprimir una imagen, tendrás que imprimirla en CMYK. Este es en realidad el factor que determinará qué modo de color tienes que usar.
O bien puedes optar por otro modo de color que tiene posibilidades casi infinitas, el modo Lab (o L*a*b). Veamos algunos de los beneficios que aporta dicho modo.
¿Cuáles son los beneficios de trabajar en modo Color Lab?
Uno de los principales beneficios que saltará inmediatamente a la vista es que dispones de un rango de valores de color mucho más amplio.
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